Santana Cruz Bahena es el primer Edil asesinado en Veracruz en lo que va de esta administración. Un comando de 30 hombres tomó el pueblo, ante los ojos de los policías locales, el día que se llevaría a cabo el festejo por la Revolución Mexicana. Cruz Bahena fue avisado del arribo de los pistoleros y se resguardó en su casa. «Sal, que te queremos ver», le exigieron los matones, de lo contrario, entrarían por la fuerza a acribillar a toda la familia, amenazaron. Tumbaron el portón y acribillaron al Edil electo. Este acto, de acuerdo con la Fiscalía del estado, pudo tratarse de una venganza de huachicoleros.
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Por Ignacio Carvajal
Hidalgotitán, Veracruz, 21 de noviembre (BlogExpediente/SinEmbargo).- «El Ciervo», el caballo fino más querido por Santana Cruz Bahena, se quedó ensillado. Los cuatro tambos de barbacoa y las tortillas para la comida también se quedaron sobre las brasas, lista para degustarse. Y el Presidente Municipal actual, Octavio Omar López Castillejos, abandonó Hidalgotitán.
Eso es lo que se sabe entre barrios y callejones de la zona centro de este municipio veracruzano, cuyos habitantes padecieron oleadas de terror por la presencia de unos 30 hombres armados que dieron muerte a Cruz Bahena, quien estaba listo para tomar protesta en enero próximo como Alcalde.
«Mi hijo, cómo me lo vinieron a matar esos perros malditos, y esa policía que nunca llegó», reclamó una familiar del Edil electo asesinado de varios disparos en su domicilio de la avenida Azueta, del barrio central.
Los sujetos armados -coinciden todas las personas entrevistadas en el sitio- se dieron tiempo para montar retenes en la entrada y salida del pueblo (18 mil habitantes) y mandar un convoy de 12 camionetas con hombres armados a la casa del mandatario local electo.
LO ACRIBILLAN
Santana Cruz Bahena fue avisado del arribo de los pistoleros y se parapetó en su casa de dos pisos, de gruesas paredes, la cual luce los colores del Partido Nueva Alianza (Panal), que lo llevó al triunfo en las municipales pasadas.
«Sal, que te queremos ver», dijeron los matones que gritaban desde las calle.
Cruz Bahena accedió cuando las amenazas fueron de entrar y matar a toda la familia.
Los maleantes dispararon en numerosas ocasiones contra el portón negro y, al ver que no caía, lo tumbaron con una de las camionetas, ingresaron y le dieron muerte a Cruz Bahena de varios balazos.
«Yo estaba comiendo, escuché los tiros, supe que había fiesta en casa de Santana por el 20 de noviembre y pensé que eran cohetes. Terminé de comer, como 40 minutos después, y los cohetes seguían», cuenta un hombre adulto que ahora lamenta la muerte de su autoridad electa.
Tras la irrupción del comando, cerca de las 15:00 horas del lunes, las entradas al pueblo fueron tomadas por los agresores. «Nadie entraba ni salía, los tipos tomaban a la gente que iba pasando, les quitaban su celular y ya luego los dejaban ir», cuenta otra persona.
ATERRORIZADOS
En el pueblo, el terror reinó entre 40 y 60 minutos, en que los maleantes tuvieron impunidad para marchar en sus camionetas lanzando disparos, al parecer, celebrando la caída de Cruz Santana.
A su paso -cuentan- las personas se metían a sus casas. Y se oía el estruendo de las cortinas metálicas de los negocios cuyos dueños cerraban para ocultarse.
En la iglesia del pueblo, ubicada en el parque, junto al Palacio Municipal, las personas ubicadas a esa hora en la vía pública corrieron al altar a esconderse y cerraron. Fueron seguidas por policías municipales que también abandonaron sus puestos de vigilancia para guarecerse ante el paso de la columna de hombres armados.
«Malditos cobardes, ahora sí vienen, lárguense, ya para qué están acá», les gritaban familiares y amigos de la víctima a los gendarmes cuando llegaron al sitio, dos horas y media después.
Tan pronto se supo de la muerte de Cruz Bahena y el escape de los agresores, docenas de personas marcharon al sitio. Se formó un corrillo de al menos 300 de ellas a las afueras del lugar de los hechos, todos molestos y con reclamos por el homicidio.
Abundaron las quejas contra el Alcalde saliente, Octavio Omar López Castillejos, a quien describen como «el único enemigo de Santana». Los presentes también hablaron de la cancelación «misteriosa» en el servicio de la panga, lo que ayudó aún más a dejar incomunicada la cabecera durante la irrupción de los pistoleros.
CABALGATA FRUSTRADA
También arribaron jinetes que por la tarde tenían invitación a cabalgar desde el rancho «Córdoba» hasta el «Santanita», propiedad del finado, como parte de las celebraciones por la conmemoración de la Revolución Mexicana organizada por partidarios del próximo gobierno municipal.
Ahí, cerca de donde yacía el cadáver, se observaron cuatro tambos que guardan tamales de barbacoa de búfalo; en una mesa, varios kilos de tortilla; también hay mesas, sillas y refrescos, los cuales se iban a repartir entre los invitados, el pueblo en general.
La gente que iba a participar en el festejo fue llegando y se aglutinaron al saber la noticia. Unos empezaron a tomar cerveza, fumar y lanzar maldiciones constantemente. Otros se daban abrazos y compartían momentos de alegría con Santana Cruz, mientras unos más lamentaban su ausencia.
«Yo tuve tres muertos y de los tres él me regaló el cajón para sepultarlos, era un hombre bueno», relata una adulta mayor, entre molestia y tristeza.
PUEBLO RIJOSO
La Policía Ministerial intentó disuadir la muchedumbre para llevarse el cadáver a practicar la necropsia y no quisieron. Varios de ellos fueron tomando sillas de las provistas para el festejo y se sentaron en ellas bloqueado el acceso. «No se va, ya lo mataron, ya para qué vienen y porqué se lo llevan. No, el pueblo manda y el pueblo dice que no se va», ordenaron.
A los ministeriales no les quedó de otra. Tomaron lonas y cuerdas para montar el perímetro e improvisar un anfiteatro en el domicilio del finado, donde Servicios Periciales practicó la necropcia.
Además de «El Ciervo» ensillado, jinetes con montura y los dos búfalos guisados en barbacoa, la banda San Martín tuvo que guardar los instrumentos que iban a amenizar el festejo y que ahora serán utilizados para el entierro.